Tamaulipas: ritual y cambio…. José Ángel Solorio
¿Qué dicta el manual, para la administración estatal en apego al escenario de sucesión que está en marcha?..
¿Es obligado hacer cambios en el gabinete –incluyendo la Secretaría electoral que es el CDE del PRI?..
¿Son necesarios relevos en áreas fundamentales de la administración pública tamaulipeca?..
(Ante de entrar al tema, es menester subrayar el triunfo del PRI en los ocho distritos electorales de la entidad. Inobjetable derrota de las oposiciones. Partir de esa premisa, -que realmente es un espejismo- lleva a obtener lecturas equivocadas para responder aquellas interrogantes. Por una razón contundente: ¿Para qué cambiar?, si la estructura gubernamental dio resultados palpables, contantes y sonantes. Esa es la falsa premisa que puede llevar a torcer un análisis objetivo y desapasionado. El PRI, no ganó por la eficacia y eficiencia de su gabinetazo; ganó, por el peso del abstencionismo y la escasa capacidad de los candidatos y partidos opositores para sacar al electorado y llevarlo a decidir la elección).
¿Cambiar al Presidente del CDE Rafael González Benavides?..
No es una exigencia de la coyuntura –hablamos de la existencia de un CDE que tiene sobre sí al CEN y al Presidente de la república-. La historia política, da ejemplos contundentes de cómo la institucionalidad del tricolor da continuidad sin cambios, a su estructura. La constante es: al salir postulado el candidato a la gubernatura, éste –respetando el ritual- nombra a un Secretario General –o Presidente adjunto- que opera como interlocutor suyo –de él-, con los factores de poder en la entidad.
Pasó con Tomás Yarrington.
(Su pieza en el CDE fue Jesús Vega).
Ocurrió así, con Manuel Cavazos Lerma.
(Sus representantes en el CDE, fueron Homar Zamorano y Jaime Rodríguez Inunigarro)
Lo mismo, con Américo Villarreal Guerra.
(Sus personeros en el PRI, fueron Ernesto Guajardo y Emilio Villarreal).
Y exactamente similar con Emilio Martínez Manautou.
(El alfil del doctor en el tricolor tamaulipeco, fue Jaime Báez Guerra).
Explica esa conducta del sistema político estatal, un elemento adyacente: el Presidente del CDE del tricolor, representaba los intereses del gobernador saliente no del aspirante. (Esto no ocurrió en la época del gobernador Virrey, sin contrapeso presidencial)
Así de simple.
Sería una visión chata, suponer que los factores locales, hoy, están sobre los nacionales. La reestructuración del presidencialismo -parece-, reeditará aquellas liturgias.
Si esa será la nueva mecánica en el CDE tamaulipeco, ¿para qué reemplazar al Presidente?..
Lo funcional: dejar que el candidato a la gubernatura del PRI, elija a su compañero de viaje.
Lo que sí parece urgente son los cambios en el gabinete. Sobre todo, los responsables del área política. El escenario regional es y se transformará en más demandante cada día. Un Secretario general de gobierno, que no ha generado resultados satisfactorios es la pieza más inaplazable para su remoción. Hermino Garza Palacios, cumplió su ciclo desde que le tomaron la protesta como el número 2. Ni siquiera su antecesor Morelitos Canseco, fue tan inoperativo como él.
Se vio en la campaña y en escenarios anteriores. Personajes de la administración egidista, tuvieron que ocupar el espacio de autoridad abandonado por Herminio. Desde el Secretario de Obras Públicas, Manuel Rodríguez, hasta el Secretario de la Sedesol, Antonio Martínez Torres, pasando por el Director de Comunicación Social, Guillermo Martínez ejercieron con frecuencia la labor de Secretarios generales para impedir que áreas de ingobernabilidad aparecieran en un paisaje sociopolítico que nunca comprendió el anodino matamorense.
El cierre de un sexenio, siempre es intenso. Los factores de poder se inquietan. Presionan para ampliar sus expresiones de autoridad. A la vez, los grupos de presión nacionales, inician una operación para sentar a negociar al gobernador entrante. Algunos actores, machacan para generar actitudes punitivas de quien representará la nueva administración.
La tensión que prohíja, el resultado de la selección del candidato delinea turbulencias en el espacio sociopolítico regional.
Es esa la razón, por la cual el ciclo sexenal debe ser administrado y guiado por una mano diestra que construya gobernabilidad.
Al interior y al exterior del PRI.
Los cambios, pueden hacerse para seguir iguales.
Lo patético, es guardar los cambios para empeorar