Réquiem para el PRI
El resultado final del cómputo de la pasada elección, fue un protocolo legal para extender el acta de defunción al PRI.
Y aunque su dirigente, Yahleel Abdala Carmona, merece todo respeto, por su condición de mujer; como política y dirigente, demostró su incompetencia, pero más aún; confirmó la imagen que de ella tiene la clase política de Nuevo Laredo, donde la tildan de incongruente y desleal.
Su desempeño en la vida pública desde que ocupó la regiduría ha tenido ese sello personal, que inspira desconfianza.
Recuerdan que como regidora, encabezó una rebelión en contra del malogrado ex alcalde de Nuevo Laredo, Benjamín Galván Gómez, por lo que azuzó a algunos regidores priistas y otros de la oposición, para hacer llegar una carta al gobierno del Estado donde cuestionaba su desempeño.
Fue célebre también, porque desde entonces en 2012, ya se manifestaba como enemiga de la libertad de expresión, porque en un hecho histórico, promovió una iniciativa para prohibir que circularan revistas y pasquines, con el alegato que atentaban contra las buenas costumbres y la moral.
Pero el hecho que la hizo ganar más notoriedad como regidora, no fue porque hiciera propuestas brillantes, sino porque cacheteó a un periodista públicamente, porque le faltó al respeto y luego aseguró que la extorsionaba con 100 dólares semanales.
El hecho quedó para el anecdotario, pero es el antecedente que confirma que desde esos tiempos es una política de piel muy sensible, debilidad que aún no puede superar.
Con esos antecedentes y los resultados de las pasadas elecciones son pruebas irrefutables que el peor descalabro que sufrió el Priismo, fue por ‘error humano’, aunque la mediocridad, tiene carta de absolución.
Llegó a la dirigencia del PRI, con la maledicencia de ser ahijada de Egidio Torre a quien todos los priistas llaman ‘el traidor’
Se rodeo de gente mediocre,-pero de lisonja a la jefa- para hacer el trabajo político en el partido.
Pero-eso sí- se apuntó primer lugar en la lista pluri, para asegurar la papa.
Y empujó a candidatos de mayoría -que para muchos fueron a modo- por anodinos y ‘morrallitas’, para que les dieran una vapuleada en las urnas.
A consecuencia de ello, el PRI no ganó una sola diputación.
Logró sólo 88 mil 983 votos,- la más mísera cantidad en elección para diputados- de los cuales menos de 12 mil obtuvo en Nuevo Laredo, dónde Yahleel Abdala, se ganó a pulso la malquerencia del electorado por su pobre trabajo como diputada federal.
Tanto, que aún recuerdan que jamás cumplió su promesa de campaña de ‘regularizar de forma accesible los autos chocolates’.
Por ello, a muchos no sorprende el trabajo gris que realizó en el partido, dónde crece como bola de nieve el reclamo, para que renuncie a la dirigencia.
Aunque ella se empeña -como consigna de su padrino- quedarse para esparcir las cenizas del difunto PRI.