Pedro Páramo ya puede leerse en náhuatl
La traducción de Pedro Páramo da fe de este aspecto. Para empezar, Comala (lugar de los comales) es un término que viene del náhuatl, al que se suman otras palabras que remiten a objetos cotidianos, como “papalote” (cometa), o el nombre del personaje al que llaman “el Tilcuate”.
Además, el profesor relata que en algunos pasajes encontró “ciertas estructuras propias de los pueblos”, por ejemplo, en los casos de “chiquitito o mi agüita”. “Ciertos diminutivos se adaptaban perfectamente a la lengua náhuatl”, asegura.
Aun así, De la Cruz tuvo la dificultad de encontrar palabras que no tienen su equivalente en el náhuatl, sobre todo las relacionadas con la religión, como “amén”, “purgatorio” o Jesucristo.
Tampoco hay que olvidar, apunta, que “el español se considera como una lengua analítica”, que separa las diferentes palabras, mientras que el náhuatl es “aglutinante”, por lo que hubo ciertos problemas para “hacer el calco totalmente del español”.
La edición viene con un prólogo del escritor Heriberto Yépez, quien considera que la traducción al náhuatl era una “labor pendiente” y que va a “ayudar a entender” la novela desde otra lengua.
De todos los libros en que he participado este es, por mucho, el que me da más alegría. Llegó hoy. Pedro Páramo en náhuatl. pic.twitter.com/zH0xpeGBS5
— (((h))) (@heriberto_yepez) 12 de mayo de 2017
Pese a que se suele pensar que con las traducciones se “pierde” parte del texto original, Yépez considera que se aprende de “un autor a través de las traducciones que se hacen”.
En este caso, con una traducción literaria de Pedro Páramo al náhuatl “tenemos un nuevo material para seguir entendiendo cuál es la relación de Rulfo con el habla indígena, campesina, mestiza”.
Y es que cuando se compara el texto original con el náhuatl se ven coincidencias en la forma de expresarse y de hacer poesía, como ocurre con la reiteración de las frases y las palabras o con la relación que se traza entre ciertos animales o plantas con lo humano.
Es una “obviedad” señalar la influencia que tuvo en Rulfo el habla popular; sin embargo, hacer planteamientos sobre la influencia indígena que recibió todavía sigue siendo algo “incómodo” y no se ha explorado lo suficiente, por lo que esta traducción “reaviva” esta cuestión, valora el escritor.
Para Yépez, este volumen genera una “nueva poesía”: “Es muy bello leer a Rulfo así, para mí incluso es conmovedor, emocionante, este encuentro de mundos, porque el náhuatl es una lengua especialmente poética”.
De la Cruz, quien fue el responsable de proponer la traducción a la Fundación Juan Rulfo, lamenta que, “quizá por falta de sensibilidad”, no se está trabajando en hacer las versiones al náhuatl de textos literarios.
Y es que, opina, “muchas personas tristemente han desprestigiado o no quieren conocer nada de la literatura en lenguas indígenas”, pese a que el náhuatl, por ejemplo, cuenta con más de millón y medio de hablantes.
Las editoriales deberían “apostarle” a la traducción a lenguas indígenas, ya que “al final de cuentas, México es un país multilingüe, multiétnico”, reflexiona.