Makyito y el fantasma de Higareda
La Comuna
José Ángel Solorio Martínez
El sistema político de Reynosa, Tamaulipas, entró en una nueva fase. Es el inicio de la descomposición orgánica, de las relaciones de poder en el municipio, erigido por una estirpe acomodaticia, oportunidad, sin principios y sin escrúpulos: los Makyiavélicos. Fue esta familia, quien destruyó toda articulación de una deseable y posible, sana relación entre el poder municipal y sus ciudadanos.
Llegó a la autoridad, como se irá: mintiendo, robando y traicionando.
Los cinco años de gobierno de Maky, se significaron por ser uno de los más oscuros periodos de gobierno en la localidad. Y vaya que han gobernado gentes tan cuestionables como Ernesto Gómez Lira, Everardo Villarreal, Ramón Pérez García y otros de menores talantes amorales.
A los Makyiavélicos, no los socavó la acción de los grupos de gobierno locales. Los Luebbert, los Gómez Lira, los Deándar, permanecieron ese quinquenio de la doctora –y el año que lleva el Makyito– respetuosamente alejados y discretamente retraídos. Ni una sola crítica salió de sus bocas; permitieron hacer a su gusto y semejanza, la administración municipal.
Es decir: gobernaron como más les agradó; sin obstrucciones.
Lo que desgastó ese proyecto de intereses familiares, fue el distanciamiento, la separación de la sociedad que confió en ellos para administrar la ciudad. Exhibieron, que primero sus parientes y luego los dientes, eran la prioridad de su trabajo oficial.
Tanto en el PAN como en MORENA, dejaron ver sus verdaderos rostros: actuaron con principios patrimonialistas y convicciones materiales y económicas.
Es decir: fueron por los recursos públicos y no a servir a un pueblo que –ingenuamente– les entregó las llaves de la ciudad y del cofre del tesoro.
Los recientes eventos de inconformidad ciudadana –dicho sea de paso, son las primeras expresiones organizadas de repudio a la familia Peña Ortiz– es la evidencia no sólo de la creciente ingobernabilidad de la ciudad; también es, el hartazgo de un grupo de trabajadores y empresarios con la insensata y opaca forma de administrar la comunidad.
El incremento de impuestos –sobre todo a contribuyentes cautivos– es un abuso y un acto que contraviene la propuesta gubernamental de la IV T.
¿A quien se le ocurre, poner taxativas al libre tránsito de transportistas, que despliegan una honesta y plausible actividad productiva?
¿No sería más sensato, cuerdo, y sobre todo democrático, bajar los insultantes sueldos de la burocracia dorada del Ayuntamiento?
La marcha contra Makyito, pegó en el corazón del plan de su madre, para reelegirlo.
Los transportistas, son un gremio poderoso en Reynosa.
Llama la atención, que el alcalde Peña Ortiz, sea un caciquillo transversal : afecta de manera similar, tanto a depauperados eloteros –insiste en cobrar impuestos a estos comerciantes informales– como a vigorosos grupos sociales de la clase media local.
¿Sabrá lo que está haciendo Makyito?
A estas alturas, el Ayuntamiento de Reynosa –también están involucrados en esa disparatada idea de cobrar a todo lo que se mueva, síndicos y regidores– está en un callejón sin salida. Echaron al caño, un gobierno en el cual miles de reynosenses confiaron.
Será un tiempo muy largo, los restantes dos años que le quedan a Makyito como jefe edilicio.
(Hay que sumar a ese oscuro paisaje, sus problemas con la Justicia)
Esa insensible práctica de gobierno, –de no rectificarla– es muy probable, viable y deseable, que regrese a Mission, Texas antes del 2024.
Gerardo Higareda, y su historia, siguen flotando sobre los vapores del río Bravo.