Columnas

La delincuencia política y los capo-juniors…

La delincuencia política, insiste en disputar los restos del PRI tamaulipeco, para utilizarlos como franquicia de lucro faccioso en el 2018 en la región. El perseguido por la justicia norteamericana, Eugenio Hernández Flores, insiste en llevar a la Presidencia del CDE del tricolor a Manuel Muñoz Cano.

Es este sujeto, es descendiente de prominentes especímenes de una clase política dedicada al saqueo y al hurto pertinaz de los fondos públicos en la entidad.

El candidato de Geño para el tricolor es ni más ni menos, que hijo de uno de los más destacados criminales políticos que ha generado el estado: Manuel Muñoz Rocha, célebre por su participación en el asesinato de Francisco Ruiz Massieu y responsable del inicio de la debacle moral de la clase política tamaulipeca.

Muñoz Cano, es también sobrino de Fernando Cano Martínez empresario ligado a Tomás Yarrington –otro ex gobernador prófugo de la Justicia mexicana y norteamericana- y a Hernández Flores.

Con la instalación del joven Muñoz Cano, las élites más degradadas de Tamaulipas, intentan reproducirse y mantener el control de sus grandes negocios en la comarca que tantos años han depauperado.

El candidato de Eugenio y Fernando Cano, no es malo. Es un chico que se ha esforzado por destacar, a pesar de la negra historia que le heredaron su padre y sus protectores.

Lo cuestionable, es lo que representa.
Y todavía más censurable es lo que personificaría su estancia en el CDE del PRI: el empoderamiento de las viejas élites y la cancelación de la necesaria reoxigenación que ese partido y sus militantes exigen en estos momentos de duelo, abandono e incertidumbre.

Ya no se trata, de que la renovación de esa organización política sea democrática, transparente. Se trata, más bien de evitar que las añejas componendas del lastimado sistema político, se apoltronen y expulsen toda posibilidad de buscar una salida digna a la crisis del priismo y de sus dirigencias.

La intentona de Geño, Fernando Cano y otros más, sigue su curso. Es tanta su prepotencia y tanta su soberbia, que a pesar de la intensa presión mediática y política para que le echen el guante y pongan tras las rejas a Hernández Flores y al mismo Cano, insisten en presionar al CEN del tricolor para que unjan como gerente de la franquicia al capitán de una generación de capo-juniors de la política que aspiran a continuar con la deshonrosa labor contra el erario instrumentada por sus padres, abuelos, tíos, cuñados, hermanos y hermanas.

Desde el PRI, pretenden administrar las políticas opositoras más en beneficio de sus ya holgados bolsillos, que en soporte del partido que tanto les ha dado. Con el PRI en su manos, Geño y Fernando Cano, se transformarían en el contrapeso más sólido del gobernador: controlarían la fracción parlamentaria del PRI en el Congreso local, tendrían en sus manos a la mayoría del Poder judicial, se atrincherarían en la mayoría de las delegaciones federales y tendrían en un puño el CDE del tricolor para las candidaturas en el estado del 2018.

Como se ve: no es tan mala –para ellos, claro- la estrategia de la delincuencia política capitaneada por Geño y Cano.

No se perciben fuerzas locales, que puedan frenar ese avieso plan.
Los liderazgos que intentaron aflorar luego de la derrota del 5 de junio, no crecieron lo suficiente y no lograron generar un discurso renovador que prendiera en las bases institucionales.

El líder nacional priista, es un elemento que poco abona a la transición democrática y reorientación del tricolor en las entidades.

Las cornadas de la alternancia no es lo peor que le ha ocurrido al PRI en Tamaulipas.

Lo más dramático y lamentable, es la orfandad en que se mueve y el inminente rescate de lo más nauseabundo de la clase política tricolor, que presume lo sacará de las llamas, para lanzarlo al ardiente comal…