La bronca de los independientes
Esta semana, el politólogo Jorge Castañeda planteó que la sociedad civil debe ponerse de acuerdo en una candidatura independiente única, a fin de disputar la Presidencia a los partidos en 2018.
Es decir, esto no tiene vuelta atrás. Los aspirantes sin partido están destinados a convertirse en parte del paisaje electoral del país. Estas candidaturas han generado un enorme entusiasmo, que se corresponde con el desprestigio de los políticos y partidos tradicionales.
En un hecho sin precedentes en la historia moderna del país, un aspirante independiente resultó triunfador en la elección de gobernador de Nuevo León. Y otros dos lograron llegar a la Cámara de Diputados y a la Legislatura de Jalisco.
No pasó mucho tiempo para que estas candidaturas pasaran de ser una simple promesa de cambio a adquirir responsabilidades políticas.
Hoy, ciudadanos como Jaime Rodríguez Calderón son parte de la cúpula gobernante del país. Y quienes confiaron en ellos, por encima de los partidos y políticos tradicionales, mal harían en no someterlos a los mismos criterios de desempeño que a los demás.
Me ha llamado la atención la molestia que han expresado, a través de las redes sociales, los simpatizantes de El Bronco por el tratamiento que muchos medios dieron a la riña en el penal estatal de Topo Chico, que dejó 49 muertos.
Algunos comunicadores fuimos acusados de linchar al gobernador, cuando lo único que hicimos fue difundir información en torno de las fallas del gobierno estatal y las opiniones de quienes creen que éste ha eludido su responsabilidad en los hechos.
Lo cierto es que también dimos a conocer las palabras del mandatario estatal en el sentido de que él no puede arreglar décadas de problemas en el estado en unos cuantos días, en lo cual, por cierto, tiene razón.
Pero algunos de los partidarios de El Bronco parecen creer que el gobernador no debe ser sujeto de crítica, lo cual rema en sentido contrario a la exigencia de rendición de cuentas y condena a la corrupción que animaron su campaña.
¿O acaso no sabía el gobernador lo que ocurría en el penal, donde personajes encumbrados del crimen organizado gozaban de grandes prerrogativas?
La bronca de los independientes que han sido elegidos es dar resultados.
Si no lo hacen –y, con ello, no demuestran ser radicalmente distintos a los políticos tradicionales– la esperanza que ha acompañado la aparición de esas candidaturas podría esfumarse rápidamente.
De por sí la figura del aspirante independiente ha sido aprovechada por políticos tradicionales como una vía alterna para llegar al poder o como un medio para impedir que otros lo hagan.
Si, además, le sumamos que quienes ganan las elecciones sin ser postulados por los partidos terminan comportándose como políticos tradicionales –encerrados en sí mismos y demasiado arrogantes para aceptar que se les critique y se les exijan cuentas– pronto podríamos ver cómo se desinflan las expectativas depositadas en esta modalidad.
Algo así pasó con la transición democrática del país: muchos millones de mexicanos tenían la esperanza de que una vez que el viejo partido de Estado aceptara compartir el poder con las fuerzas de oposición se generarían equilibrios benéficos para dejar atrás vicios como el patrimonialismo.
¿Pero qué fue lo que pasó? En unos cuantos años, los antiguos opositores comenzaron a adoptar las prácticas que antes deploraban y terminaron por ser parte de la partidocracia que hoy muchos millones detestan y quieren reemplazar con los independientes.
Esa, pues, es la bronca de los independientes: demostrar que no son iguales que los políticos tradicionales… y hacerlo en muy poco tiempo.
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Por: Pascal Beltrán Del Río