Inventan que Calderón “es un borracho” y Peña “tiene cáncer terminal”
La salud física y emocional de un Presidente es cosa seria. Lo es más en el caso de un presidencialismo piramidal como el mexicano, en donde el Presidente es la cúspide y al mismo tiempo es jefe del Estado, jefe del gobierno y jefe máximo de las Fuerzas Armadas.
Si fallan la salud física y la estabilidad emocional del Presidente mexicano, el Estado, todo, estaría frente a un problema serio. Y no sólo nos referimos a la dificultad de poner en práctica los mecanismos legales para designar a un interino o sustituto y/o para llamar a nuevas elecciones presidenciales.
No, hablamos de una cadena casi interminable de problemas que provocaría el quebranto de la salud física o emocional de un Presidente mexicano. ¿Y de qué problemas estamos hablando?
Poca cosa. Vamos a suponer que un Presidente mexicano es víctima de alguna afección física, un quebranto emocional, sufre una adicción o presenta un cuadro clínico terminal.
¿Cuántas y cuáles decisiones tomó el Presidente de nuestro ejemplo, cuando era víctima de los estragos de la enfermedad? ¿Qué tanto influyeron el quebranto físico y/o emocional para tomar esas decisiones? ¿Fueron las mejores decisiones o estuvieron influenciadas por la zozobra de la enfermedad?
Las mismas preguntas se tendrán que hacer a nuestro Presidente hipotético cuando —una vez confirmado el quebranto físico y/o emocional—, se deba analizar si las decisiones presidenciales se tomaron bajo los efectos de un medicamento, una droga o un paliativo.
Más aún, el asunto tiene muchas otras complicaciones. ¿Qué legalidad tiene una decisión presidencial, la firma de un decreto, de una iniciativa de ley, de una instrucción de Estado, la designación de un embajador y/ o un secretario de Estado si el Presidente estaba condicionado por la enfermedad, por el quebranto emocional, por la presencia en su sistema de una droga, un medicamento o un paliativo?
¿Cuántas leyes, decretos, nombramientos se podrían impugnar y combatir legalmente si se prueba que fueron firmados bajo la presión de una enfermedad y/o los efectos de un medicamento?
Y si quieren un ejemplo de la complejidad generada en un Estado nación a causa de la enfermedad o el quebranto emocional de un Presidente, pueden acudir a la famosa serie Castillo de Naipes, en donde la vuelta de tuerca fundamental se produce por la enfermedad secreta de un Presidente que —al final—, es derrocado a causa de las dudas sobre su salud física o emocional.
Y viene a cuento el tema porque, resulta no sólo irresponsable sino criminal que, supuestos periodistas o imaginarios escritores, inventen o crean —sin prueba alguna—, que en su momento un presidente como Felipe Calderón “era un borracho” o que hoy se intente sembrar la especie de que Peña Nieto “tiene cáncer terminal”.
Resulta intolerable para la democracia mexicana y para la razón de ser de toda democracia —para los ciudadanos—, que por venganzas políticas, vendettas partidistas o por lucimiento irresponsable se aventuren quebrantos físicos o emocionales de los Presidentes mexicanos sin más prueba que un dicho delirante.
El daño a la imagen y la confianza de la figura presidencial y de las instituciones es demoledor. Y en todo daño a las instituciones —por difamar y calumniar a los Presidentes con supuestos quebrantos de salud—, los más afectados son los ciudadanos. La salud física y emocional de un Presidente es cosa seria. Al tiempo.
EN EL CAMINO. Los griegos no aprendieron nada de los efectos Tequila y Tango. La misma película.
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