Lo de “comer por los ojos” no es autosugestión: según un estudio liderado por el Instituto Nacional de Genética de Shizuoka, en Japón, existe un vínculo directo entre la percepción visual de la comida y las ganas de comer. Al menos en muchas especies animales, en las que se ha comprobado que la información visual se transmite al hipotálamo, una región del cerebro que, entre otras muchas cosas, regula las sensaciones del hambre y la saciedad. Otro estudio del Instituto alemán Max Planck ha comprobado que el aspecto la comida puede aumentar la concentración en sangre de una hormona llamada grielina, que desata en nosotros la sensación de apetito. Pero no es solo la comida la que detona esos mecanismos: la manera en que se sirve también influye y mucho, e incluso cómo nos la explican. Los restaurantes lo saben bien y sus estratagemas de seducción triunfan la mayoría de las veces. Aquí van algunas.
1.Los cubiertos, de metal Los cubiertos que utilizamos están hechos de metal —en especial plata o acero inoxidable—, plástico o madera —es el caso de los palillos y el menaje ecológico— y, según usemos unos u otros, la comida sabe distinto. Así lo afirma un estudio encabezado por Betina Piqueras-Fiszman de la Universidad Politécnica de Valencia. Entre otras cosas, la investigación puso de relieve que los alimentos son mejor valorados, y percibidos como de mayor calidad, cuando se usa un cubierto de metal en lugar de uno de plástico. El profesor de la Universidad de Oxford, Charles Spence, especializado en psicología aplicada a técnicas de consumo y gastrofísica, añade más: en un test con 150 personas sirvió los mismos platos con distintos cubiertos. Quienes comieron con cubiertos más pesados consideraron que el menú tenía mejor aspecto nada más verlo y, al finalizar, quedaron más satisfechos. La conclusión fue la misma que la del estudio de Piqueras-Fiszman: no nos gusta que los cubiertos sean extremadamente ligeros, como ocurre con los de plástico, y percibimos más calidad en el metal.
4.En taza roja parece más caliente.Según un experimento llevado a cabo por George H. Van Doom de la Escuela de Ciencias de la Salud y Psicología de la Federation University de Australia, el color de la taza en la que nos tomamos el café genera diferencias en cómo lo registran nuestras papilas gustativas. Comparando las apreciaciones de las personas que tomaron un café en una taza blanca y las que lo hicieron en una taza transparente, encontraron que los primeros clasificaron el café como menos dulce que los segundos. En otro experimento realizado con 200 personas a las que se las invitó a tomarse un café en tazas de distintos colores —azules, verdes, amarillas y rojas— la percepción de la temperatura varió bastante: el 38% afirmó que el café servido en la taza roja estaba más caliente, un porcentaje seguido por los que pensaron que era el que contenían las amarillas (28,3%). En segundo y cuarto lugar quedaron los que votaron la taza verde (20%) y la azul, (13,3%).