Democracias sin demócratas…Que hacer?
Consejo: Recuerde una cosa sobre la democracia. Podemos tener todo lo que queremos y al mismo tiempo, siempre terminamos con lo que en realidad merecemos. E. Albee (dramaturgo)
En México seguimos con la resaca del proceso electoral del pasado 4 de junio. Las voces críticas hacia el Instituto Electoral, hacia los candidatos y hacia los partidos políticos no se han hecho esperar y pronostican también un 3 de Junio del 2018, desastroso, en lo que respecta a los 3 mil 447 cargos públicos que se deberán elegir.
Temas como regular la segunda vuelta electoral o balotaje; incluir la obligatoriedad del voto en leyes secundarias que consignen algún castigo para los que se abstienen; la manera en que se organizan los procesos electorales; y, la reglamentación necesaria para contar con gobiernos de coalición, se posicionan poco a poco en la agenda ciudadana impulsados por académicos y analistas. Sin embargo, dichos asuntos no logran espacio en la agenda política del gobierno ni de los partidos políticos, cuyo interés está en ganar elecciones o tener posiciones de privilegio. Su legitimidad o el bien gobernar una vez que acceden al poder o lo mantienen, es cosa menor. Así transcurre el quehacer político de nuestro país con dos agendas paralelas, mientras se va diluyendo la confianza ciudadana en las instituciones políticas por su descredito y desprecio. Además el desanimo ciudadano en lo político se potencia porque la democracia no se refleja en el bolsillo, ni en la calidad de vida, inhibiendo así, la participación ciudadana que está en constante amenaza de regresión a regímenes autoritarios o populistas.
En México la democracia como gobierno de la mayoría no existe y son más bien las minorías las que gobiernan y que enojan a las mayorías, como bien lo expresara Leo Zuckermann. La confianza en el Instituto Electoral y en los partidos está por los suelos propiciando escasa participación o que se vote por el partido que no se quiere para que no gane el partido que se detesta en una sociedad polarizada entre los pro sistema vs. los anti sistema, los López vs. anti López y el aparato gubernamental vs. el enojo social.
La clase política que se ha visto beneficiada con el status quo, intenta que este prevalezca y sólo cuando es necesario, permite que se den ligeros ajustes, que si bien propiciaron una transición votada, hoy ya no son suficientes para que el régimen cuente con mayor legitimidad. Con la desaparición del régimen centralizado, debimos entrar en una etapa de desarrollo institucional que no se ha dado de manera adecuada, ni hemos visto florecer a una sociedad ávida de participación democrática, sino más bien vivimos la dispersión de poder y de las responsabilidades políticas que se diluyen.
Según los investigadores Flavia Freidenberg y Tomas Dosek en 18 países latinoamericanos del 1978 al 2015 se presentaron 250 reformas electorales. Los tres países “hiperactivos” en ese sentido, es decir, con mayor numero de reformas (más de 20) fueron Ecuador, México y Perú. En específico México ha tenido 23 reformas, aunque ninguna en cuanto a las reglas electorales para la elección presidencial. Después de tanto esfuerzo, ¿cuáles han sido los resultados? Según la revista The Electoral Integrity Project en 2017 en cuanto a la calidad del sistema electoral, México se ubicó en el lugar 65 de 158 países quedando clasificado como uno de baja. Lo anterior se corrobora a la luz de los últimos procesos electorales en los que se evidencia nuestra democracia minoritaria en la que:
– Contamos con un sistema multipartidario resquebrajado que no puede dar garantías de gobernabilidad, en el que cada día se generan mayorías perdedoras cada vez más grandes.
– Con autoridades legitimas con representatividad minoritaria que debilita los alcances de su agenda en el ejercicio de las responsabilidades.
– Existe una fragmentación tal del voto que nadie puede ganar sólo.
– La mayoría de los ciudadanos no se sienten representados por ninguno de los partidos existentes o bien, tienen poca confianza y ven poca utilidad en su voto.
– La marca de los independientes se encuentra desgastada y los partidos pequeños aunque poco visibles pueden ser decisivos.
– El gasto público, la coacción, el acarreo y los operativos de compra de votos aún son redituables porque son difíciles de probar como causales de nulidad.
– Cada vez se presentan más la campañas negras y negativas, generando una mayor polarización en la población.
– El modelo hibrido de organización electoral derivado de la reforma del 2014 no es claro, ya que se le pide al Instituto Nacional Electoral (INE) actuar, pero el responsable directo de la elección es el instituto local (OPLE). También dichos institutos cuestan mucho y pareciera que sus decisiones evidencian criterios políticos más que jurídicos. Además los OPLES no han aprobado el examen de autonomía e imparcialidad.
– Se da una mayor judicialización de los procesos electorales que mina el origen del voto popular, mientras la procuración de justicia en materia electoral brilla por su ausencia por lo que no existe la capacidad de garantizar comicios limpios, ni equitativos el próximo año.
Con lo anterior, también se evidencia que estamos atados a la dictadura del sufragio corporativo del sistema partidista, al dinero público fácil, a la impunidad y a la apatía general en un contexto de crisis ética como sociedad que permite que las “prácticas sucias” no importen del todo. También una política que no permite tener tantos cuadros decentes como se requieren, ya que todos los incentivos están alineados para que los políticos sirvan principalmente a sus partidos, líderes y patrocinadores.
No basta la legislación, el jurista Diego Valadés expresaba recientemente que “no todo puede ser previsto por la ley. La norma es sólo un mínimo ético. Sin moral pública toda ley es insuficiente”. Tampoco basta el dinero para tener elecciones más participativas ya que en él reciente proceso electoral, según el INE se tuvo un costo de mil 948 millones de pesos. También dilucidar si el problema es de personas o estructuras políticas puede resultar ocioso porque es de ambos y se debe atender en ese sentido.
En el sistema electoral lo que mejor funciona es lo que está a cargo de los ciudadanos, como lo es el conteo de votos. La complicación está del lado de los candidatos y partidos en cuanto a la cantidad de dinero que manejan y las prebendas que pueden obtener ya en el ejercicio del poder, propiciando que el sentido del voto se pervierta. Los actores políticos no tienen la voluntad para ajustar su actuación a mínimos éticos que impidan romper las reglas de prácticas ilegales y determinantes aún vigentes en las contiendas electorales. La convicción democrática de la gran parte de la clase política aún es pobre, por ello la solución está en la participación ciudadana, en ciudadanizar el proceso electoral como en la mayoría de los países democráticos. Los ciudadanos deben involucrarse en los asuntos públicos para reconstruir la confianza en las autoridades. Además como bien lo señalará el investigador Luis de la Calle, la efectividad de la compra de votos es inversamente proporcional a la participación ciudadana, es decir, entre menos gente vote, mayor es el beneficio marginal, por ejemplo de una despensa. En este sentido se requiere nuestra participación responsable. También de una autoridad electoral fuerte e independiente que organice todas las elecciones. Para que ésta exista se necesita de una clase política con verdadera convicción democrática que la fomente. Partidos políticos que abran la participación directa a sus militantes y simpatizantes. Se requiere mayor vigilancia del gasto del gobierno para evitar el desvío de recursos, un verdadero blindaje de los programas sociales y el castigo al espionaje tan de moda en estos tiempos. También que los candidatos cuenten con plataformas electorales viables y que las propuestas que se deriven de ésta, tengan seguimiento después de la elección.
Por último se necesita que como sociedad todos, nos demos cuenta que a veces debemos salir del cuadro. Me refiero a que por ejemplo, pareciera que existe un amplio consenso en favor de la segunda vuelta electoral. En ese sentido el debate debería versar en cuanto a la legitimidad de las mayorías artificiales o los riesgos en cuanto a la participación que puede provocar, y no situarse en la postura de que no es tema porque es inviable jurídica, operativa y logísticamente en estos momentos para el siguiente año. Si son más sus beneficios, debe ser tema a pesar del esfuerzo que ello implique, ajustar los tiempos para su discusión, debate y aprobación, depende de voluntad política y visión ya sea para el 2018 o para la elección siguiente.
Considerar que la segunda vuelta es el tema, no basta, debemos ir más allá y reflexionar en torno a una transformación del sistema de partidos que incida en un cambio de la actuación política de sus principales actores. La democracia formal (electoral) y la material (libertad y justicia) son indisolubles, sacrificar una a costa de la otra da pie a graves distorsiones como las que vivimos. En la democracia las reglas deben seguirse, acatarse y respetarse, además debe ir más allá de la esfera pública, debe democratizarse la vida personal y haber una convicción participativa. Sólo así podremos contar con la democracia de demócratas con la que se diseño el proyecto nacional. La fatiga democrática requiere de la vitamina que sólo pueden dar los buenos gobiernos, sino somos capaces de construirlos con el modelo actual, sólo nos queda optar por uno distinto, uno orientado a una democracia más deliberativa aunque menos representativa como en la antigua Grecia o elegir representantes por sorteo. ¿Qué camino prefieres tomar?
Placer culposo:
Dos libros: Contra las elecciones de David Van Reybrouck, un libro que ha causado ruido y polémica en Europa sobre la fatiga democrática. Rendición de Ray Loriga, porque siempre vale la pena leer al galardonado con el premio Alfaguara y más erigiéndose como la voz de la generación.
Tres discos: The Underside of Power de Algiers (indie), fascinante. Roam de Tom Hobden & Eliot James (clásica), buenos sentimientos. Evolve de Imagine Dragons (rock alternativo), divertido.