Amy Winehouse hubiera cumplido 33 años hoy, ¿cuál es el verdadero legado de su música?
De no haber sido por su prematuro fallecimiento, la cantante británica Amy Winehouse tendría hoy 33 años. Una carrera marcada por el éxito, la polémica y la controversia, acabó con una intoxicación alcohólica, lo cual por mucho tiempo hizo que la plática se alejara de su música y se centrara en las circunstancias que rodearon a su muerte.
Ya han pasado cinco años desde ese trágico día por lo que parece conveniente retomar el debate al respecto de su discografía, y alejados de ese éxito que obtiene un artista popular cuando muere, analizar cuál es el lugar de su música 10 años después de su última producción de estudio.
La corta carrera de Winehouse le valió para cementarse en el estrellato y el imaginario colectivo, incluso antes de la exposición mediática que vino después de su muerte. Su imagen retro de “chica mala” y los escándalos que rodeaban su vida privada la volvieron un ícono popular. ¿Quién no vio un disfraz de Amy Winehouse en una fiesta? Así era el alcance de su estética personal.
Su particular estilo se traducía a su música, marcada por su talentosa voz y peculiares letras, ambas fuera de la norma pop de la época. Lo mismo sucedió con la instrumentación, que evocaba géneros que no suelen convivir con el mainstream del nuevo milenio.
Se dio a conocer con su debut “Frank”, que ya mostraba ese estilo que la volvería una estrella mundial unos años después. La imagen rebelde aún no se mostraba en la cantante, pero sí en el contenido del álbum cuyo punto en común de admiración fue la cualidad lírica que demostró Winehouse a tan corta edad, en aquel entonces de 19 años.
Este álbum le valió diversas nominaciones para premios en Gran Bretaña y recibió críticas mixtas. Por un lado, algunos alababan su voz y letras; por el otro, llegaron observaciones sobre cómo su voz se parecía demasiado a la de sus influencias, por lo que había por momentos en su trabajo cierta falta de originalidad que no debe confundirse con falta de talento.
No fue hasta su segundo álbum, “Back to Black”, lanzando en 2006, que la cantante dejaría de ser una monería de la industria inglesa y se volvería un éxito internacional.
Sencillos como “Rehab” y “You Know I’m No Good” inundaron las listas mundiales y cuando esto sucede, la academia estadounidense empieza a notar a los artistas (siempre enfocados en aquellos con muchas ventas), por lo que fue nominada para las categorías más importantes de la quincuagésima edición de los Grammy, de los cuales salió como la airosa ganadora.
Oficialmente, Winehouse se había vuelto un fenómeno mundial, comenzando un frenesí que la hace relevante hasta el día de hoy.
“Back to Black” recibió críticas mixtas al igual que su antecesor. La crítica popular alabó la producción (de parte de un joven Mark Ronson), la consolidación de su imagen rebelde y depresiva, y reiteró el enorme talento vocal desplegado en el álbum.
En cambio, la crítica especializada que suele tener un ojo crítico menos cortés descartó el trabajo como una imitación, a veces poco honesta, del Soul, Blues y Jazz que conforman sus influencias, así como la creación de esta personalidad rebelde que por momentos se siente forzada y cansada.
En esos dos álbumes, que representan la parte oficial de su discografía, la alabanza en común siempre giró en torno a su voz. Pero siendo sinceros, en el basto mundo del pop abundan las grandes voces.
A tantos años del lanzamiento de su música, pudiendo analizar la influencia que desplegó en el pop y dejando que se añeje lo suficiente para analizarla con ojos revisionistas, pareciera que la música de Winehouse nunca vivió a la altura del concepto que se generó en torno a su persona. Pareciera que fue una artista peculiar en un tiempo peculiar, cuya talentosa voz le sirvió como transporte a la popularidad y cuya tormentosa personalidad la ayudó a mantenerse ahí.
Los “refritos” de su estilo, realizados por artistas ahora olvidados, quedaron sepultados debajo de una ola más innovadora de pop, liderada por artistas como Beyoncé o Kanye West, que como Amy Winehouse abrazan al pasado, pero que también miraron al futuro; y parece probable que de haber lanzado más música, ella también hubiera sido víctima del cambio de los tiempos.
La gran cualidad de la discografía de la artista reside en su sonido atemporal. Las tendencias muy modernas de música tienden a envejecer sin gracia, pero la suya, basada en influencias del pasado, mantiene ese toque fresco que uno escucha en una grabación de Stevie Wonder o Frank Sinatra. De eso a que su música algún día alcance el prestigio e influencia de estos artistas parece que hay un muy largo trecho que no alcanzará a recorrer.
¿Entonces qué lugar le corresponde a Winehouse en la música? Uno de los más importantes pero menos considerados, el mismo que le atribuimos a personalidades cinematográficas como Marilyn Monroe o James Dean, cuyas imágenes se volvieron símbolos, representaciones semióticas de un significado universal que pesan tanto que superan con creces el valor de su trabajo en sus respectivos medios.
Amy Winehouse después de su muerte se convirtió en uno de los símbolos más recientes de la cultura popular, que es referente inmediato de una mujer con problemas pero con determinación, de personalidad torturada y gran talento. Y cuando uno se vuelve parte de la conciencia universal, ¿qué más da la música?