El Fogón.El humor social y otras consideraciones…
El colapso del PRI tamaulipeco, sólo puede ser comparado a la demolición del Partido Socialista Fronterizo de Emilio Portes Gil en su vano intento por reelegirse en 1932. No hay otro ejemplo histórico a la mano.
Fue muy mala noticia para ese partido tricolor.
Pero los escenarios que vienen, pueden ser peores.
Las explicaciones de la debacle priista tamaulipeca es un poco más profunda y compleja que el “humor social” –aunque ello englobe todo el paisaje sociopolítico-.
Tiene al menos las siguientes interpretaciones –en función de los antecedentes socio-históricos-:
1.- El salinismo. Con el Presidente Carlos Salinas de Gortari, -y sus reformas neoliberales que en cristiano significó la ola privatizadora-, el PRI se pareció mucho más al PAN que a ningún otro partido.
Semejanza tal, liquidó las franjas de diferenciación del PRI y el PAN e inició una ola de permeabilidad –un claro proceso de ósmosis- entre ambos partidos. Las membranas de ambos partidos se hicieron cada vez más porosas. La postura ideológica desapareció.
Con Salinas se liquidó la red de poder corportativa –entre ella la de la burocracia obrera: casi todos los dirigentes cetemistas fueron perseguidos o encarcelados-. Esta urdimbre de intereses y de complicidades operó como balancín de los gobernadores priistas tamaulipecos por décadas.
Obvio: los lideres de la CTM, velaban por sus intereses.
Con todo ello –Joaquín Hernández Galicia la Quina es el más paradigmático caso- esos actores operaron como contrapeso del gobierno estatal.
La desaparición de esos personajes del escenario estatal, dejó en el ejercicio del poder a gobernadores que avasallaron con sus métodos políticos y de gobierno. Así nacieron gobierno tan cuestionados como el de Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington Ruvalcaba y Eugenio Hernández Flores.
Los dos últimos, tomaron la administración estatal en absoluto beneficio propio: ni siquiera tuvieron la vigilancia de un presidente de la república priista.
Gobernaron como jeques.
Actuaron como príncipes.
Ahí están los resultados.
2.- El calderonismo. El Presidente Felipe Calderón al llegar a la presidencia de la república, intentó desmantelar en algunas regiones al PRI para posicionar a su candidata Josefína Vázquez Mota. Particularmente en Tamaulipas, ese proyecto resulto exitoso.
Y cómo no.
Había –hay- suficiente material: aquellos gobernadores prohijados por el Salinismo.
De esa embestida, pocos priistas salieron indemnes. Se les vinculó a los poderes fácticos y fue verosímil en tanto se hacían públicas las descomunales fortunas de una clase política que aparte no se ha ocultado para mostrar su riqueza en diversas revistas del corazón.
Calderón no pudo aniquilar la vieja estructura priista. En parte porque aún tenía raíces profundas; en parte, porque Geño se echó en su amoroso regazo.
Sólo la dejó maltrecha.
3.- El asesinato de Rodolfo Torre Cantú. Este evento, marcó el inicio regional de la catástrofe. Fue la expresión más alta de la violencia en el estado. Era el virtual gobernador. Muchos políticos locales, fueron responsables omisos.
Anchas bandas ciudadanas, no ha olvidado el crimen.
(A eso, hay que sumar San Fernando y otras historias).
Ese segmento –mayoritario, por lo que se ha visto- fijó su postura en las urnas.
4.- Los aciertos o desaciertos de los candidatos –perdedores y ganador-; los argumentos de la búsqueda de culpables; la siempre permanente sospecha de la traición, sólo aderezaron esa atmósfera que nos ha hecho tristemente célebres a nivel universal.
¿Qué sigue en Tamaulipas?..
Un PAN jubiloso, un PRI agonizante y una Izquierda patética –PRD y MORENA- que tienen ya la vista puesta en el 2018…