Recuerdan en Ciudad Victoria a Juan José Amador a 20 años de su partida
Aunque físicamente partió hace 20 años, se mantiene vigente, sigue siendo recordado, admirado, amado y vive a través de sus novelas y poesías, esa es la mejor forma para describir a Juan José Amador.
El domingo 28 de abril de 1996, fue el día en que su familia, amigos y todos aquellos que conocieron y admiraron su trabajo literario, como novelista y poeta lo despidieron. Obras que lo llevaron a consagrarse como uno de los escritores tamaulipecos más importantes de su época.
Pese a su corta edad, el nacido en esta capital, específicamente un 12 de septiembre de 1960 en la colonia Mainero, destacó como pocos en el mundo de las letras. Supo realizar una excelente combinación entre temáticas desgarradoras que llevaban al lector al sufrimiento y una inigualable forma de contarlas, ya sea por la narrativa o la poesía.
El profesor José Hernández Medina, tío del escritor victorense compartió algunas anécdotas de cómo era Juan José Amador. Al que recuerda con mucho cariño, como un hijo, hermano, sobrino y nieto ejemplar, que amo profundamente a su familia y siempre vio por el bien de ellos.
Mencionó que quizá por ser el hijo mayor y único varón, entre cinco mujeres siempre tuvo el instinto protector. Sin embargo la vida del poeta, también tuvo otra característica, al vivir diversas tragedias que lo marcaron desde niño y que a su vez las reflejó en cada una de sus exitosas poesías y novelas.
EL POETA DE LA MELANCOLIA
En un texto escrito por Hernández Medina y la profesora Angélica Muñoz viuda de Martínez al conmemorarse el primer aniversario luctuoso de Juan José Amador en 1997, lo describen como “el poeta que nació con la melancolía”.
Aquí se comenta que el primer acontecimiento adverso en su vida fue la muerte de su abuela Elena, cuando apenas tenía unos meses de nacido.
Luego de que su familia probó fortuna en la capital del país sin éxito. Regresaron a Victoria cuando estudiaba el cuarto grado de primaria, y la tragedia volvería a tocar su vida, cuando la casa de palma donde vivía se incendió y la más pequeña de sus hermanas estuvo a punto de perder la vida, aunque con secuelas graves.
Este suceso trágico marcó de manera contundente a Juan José Amador, tanto así, que dio pie para que abordara este tema en su novela “La Casa de altas llamas”, con la cual triunfó en Tamaulipas.
José Hernández Medina recordó que era el tío consentido de Juan José Amador y que cuando era niño le gustaba que lo cargara, “hay una foto donde tengo a él y a su hermana, a él lo tengo en los hombros”, precisó.
Una vez concluida su primaria en la escuela Martin Luther King, aunque ante pasó por una en la ciudad de México y por la Redención del Proletariado en esta capital. Ingresó a la Escuela Secundaria Federalizada de Tamaulipas, fue en esa época donde empezó a escribir, sin que nadie supiera en ese momento sus dotes de literato.
Es en 1975 cuando nace Diana, su hermana menor y un año más tarde, ingresa a estudiar a la Benemérita Escuela Normal Federalizada de Tamaulipas para graduarse en 1979 como profesor de educación primaria.
Según en palabras de la maestra Graciela González Blackaller siempre escribió con “orgullo y un dejo de tristeza”. Mientras que la maestra Ofelia Luna lo recordaba como “un escritor y aficionado a la música y la pintura de caballete”
LA MUERTE DE SUS HERMANOS
En 1980 una nueva tragedia llegaría a la vida del poeta. En esa ocasión con la muerte de su pequeña hermana en circunstancias misteriosas, en la ciudad de Nuevo Laredo, lo que literalmente desgarró su alma, dolor y sentimientos que volcó nuevamente en su poesía.
Seis años más tarde padecería una nueva fractura en su corazón, con la trágica muerte de su medio hermano, que nuevamente lo llevó a plasmar en las letras lo que tenía que decir con las palabras.
Pero durante su vida profesional como maestro, también disfrutó de éxitos a través de su continúa preparación, cómo estudiar la Escuela Normal Superior de Tamaulipas, donde obtuvo con un papel destacable el grado en la especialidad de Ciencias Naturales.
Además se desempeñó como profesor de educación primaria en el estado de Veracruz, así como en los municipios de Nuevo Laredo, Reynosa y Abasolo, además de las escuelas Ejercito Mexicano y Martín Luther King en esta capital.
Su trabajo literario lo llevó a cosechar premios y reconocimientos que le valieron invitaciones para formar parte de la Revista Amanecer de la cual fungió como Director Editorial y era editada por la SECUDE, además de haber sido Director de la Revista Vínculos, editada por la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
Colaboró también como articulista y poeta en publicaciones como: En la cultura, A Quien Corresponda, La Talacha, Cultura Norte y Reflejos, entre otras. Además de ser el ganador en el Concurso de Poesía a la Benemérita Escuela Normal Federalizada de Tamaulipas con motivo de su centenario.
Tiempo antes de su deceso, el mismo Juan José Amador escribía sobre la muerte, la cual siempre rondó su ser. Y decía en el poema “Extravío entre una calle y la muerte” de su libro “Noción de la noche” lo siguiente: “Sospecho que la muerte quiere arrebatarme este poema”.
Señaló su tío que a los 35 años la muerte le sorprendió, dejando no sólo sin terminar la novela “Las Hermanas de Verónica” donde hablaba precisamente de sus hermanas, sino también seguramente una infinidad de novelas y poesías que hubiera seguido acrecentando su fama de buen escritor.
“Los libros de Juan José Amador son autobiográficos, parte de experiencias vividas. Eso le permitió escribir de esa manera tan carnal y tuvo mucho éxito entre la gente”, expresó.
Aseguró que a pesar de haber vivido distintas tragedias, su sobrino era un hombre alegre y tenía un don especial para poner paz entre la gente, “cuando por ejemplo estábamos hablando mal de alguien y él llegaba. Simplemente con su positividad hacia que cambiáramos de tema, cambiaba el ambiente”, apuntó.
Recordó cómo en el primer aniversario de su muerte, la familia develó una placa donde dice “Aquí nació y vivió Juan José Amador”. Al que siguen recordando con mucho amor, porque sigue siendo amado.
José Hernández Medina manifestó que su esposa Angélica y sus hijos Juan Ángel y Roberto Amador, fueron los que lo motivaban a escribir con el corazón y los sucesos trágicos de su vida, a retratar el dolor, pero también el mostrar lo más auténtico y profundo del ser de una persona.
Entre los múltiples reconocimientos que recibió se encuentran, el Premio de los Juegos Florales Anita Pompa de Trujillo 1992 del ISC. Premio Estatal de Poesía Juan B. Tijerina 1988 por Noción de la noche. Premio Estatal de Poesía del ISSSTE 1989 por Pájaros de bruma en la noria, Tamaulipas.
Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 1991 de la UAZ por Los caminos del tránsfuga, Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 1994 por Puentes tribales y el Premio Estatal de Literatura Juan B. Tijerina 1995 por Casa de altas llamas