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La ilusa pretensión de Manlio…

La clase política tamaulipeca, se ve diezmada. Disminuida y lastimada. Toda; la priista, la panista y la que se autonombra de Izquierda. Nunca en la historia de la región, un fenómeno social la había desangrado tanto y en tan poco tiempo. (La hecatombe que se generó en la franja de poder portesgilista en los años 40s, no es ni la sombra del sismo que golpeó el centro de gravedad de toda la familia política local en el presente siglo).

En efecto: el crimen organizado, permeó las redes de autoridad pública y las gangrenó.

Tres ex gobernadores, se contaminaron a tal grado de ser aniquilados por ese engendro que terminó por devorar sus capitales políticos. Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández Flores –lo dicen las corporaciones policiales norteamericanas y algunas mexicanas- se inmiscuyeron tanto en asuntos delictivos, que es difícil separar su conducta política de su conducta ilícita.

Cavazos Lerma, optó por el camino del mutismo. Sólo asiste al senado a pasar lista y a cobrar sus honorarios. Se mueve con un discreto bajo perfil y alejado de los reflectores. Contesta parcamente lo que le preguntan los reporteros de la forma más diplomática posible. Regresa a Tamaulipas, cuando es estrictamente necesario y sin hacer mucho ruido.

“Si no fue el mejor gobernador, sí es uno de los mejores exgobernadores”, dijo alguien en un programa de radio.

Asiste a eventos de su partido y se maneja cautelosamente.

No ha promovido a cargos de autoridad a ninguno de sus correligionarios o ex colaboradores.

El PRI, con ese colmillo retorcido que tiene, lo mantiene a la sombra. Siendo como lo es, uno de los mejores cuadros técnicos tricolores en asuntos económicos, no ha sido llamado a tribuna por los estigmas que le dejaron sus prácticas de gobierno y las campañas negras del panista Felipe Calderón.

Tomás Yarrington, es el ex gobernador con más cieno sobre su humanidad. Con una fortuna, calculada conservadoramente por sus ex colaboradores en los 5 mil millones de pesos es buscado por la INTERPOL, el FBI y la PGR por delitos diversos que por su naturaleza se califican de graves.

Envejecido por los pesares –no hay dolor más grande para un político, que la muerte cívica- cuentan que vive en un penumbroso sótano en la ciudad de México para evitar ser puesto tras las rejas. El abandono de sus amigos es su pan de cada día. Con las cuentas intervenidas y decenas de propiedades en USA y México que no puede usufructuar ni menos vender, se comenta que hoy sufre un agudo problema de liquidez que sus antiguos socios no quieren mitigar.

Es buscado –según la INTERPOL- en más de cien países.

En este mundo tan globalizado –apenas cruza un ciudadano una frontera y las autoridades migratorias dan fe al país de origen del viajero-, es imposible transitar sin ser localizado. Ese razonamiento, hace creíble el comentario de que Yarrington se ha autoimpuesto prisión domiciliaria en nuestro país.

Sus ex colaboradores, sin el menor pudor, insisten en negarlo.

Gente como Paloma Guillén Vicente, Baltasar Hinojosa, Oscar Luebbert, y otros de menor calado han intentado tomar distancia del prófugo Yarrington.

Eugenio Hernández Flores, es la tercera víctima de sus excesos y de aquella avalancha negra. Dejó a la entidad una deuda de 7 mil millones de pesos y desapareció el fondo para pensiones de la Universidad Autónoma de Tamaulipas de 6 mil 500 millones de pesos. A diferencia de Yarrington, él negoció con la justicia mexicana. Se le exoneró de todo mal y de todo delito en el país.

Lo que no ocurrió en los Estados Unidos.

Allá se le busca por lavado de dinero y por fabricar empresas financieras a la ligera.

Es el más intrépido de los tres ex gobernadores. Intenta influir en la sucesión gubernamental. Pretende que su familia regrese a los primeros planos de la política, empujando la candidatura a gobernador de su socio Alejandro Etienne Llano.

En Tamaulipas, la putrefacción alcanzó a buena parte de su clase política.

Se percibe apremiante, el relevo generacional.

Y eso sólo puede concretarse, con la voluntad política del priismo o con el empuje inteligente y potente de la oposición.