Columnas

Replicas sociales y politicas

Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejaran ver las estrellas. R. Tagore

Ni egocéntricos, egoístas o apáticos, el terremoto del pasado 19 de septiembre nos demostró que los millennials con una motivación genuina, son capaces de organizarse y organizar, de tomar una pala, hacer una campaña de difusión, desmentir un rumor, conseguir recursos, recolectar víveres y desarrollar proyectos solidarios.

La tecnología, en específico las redes sociales les brinda una capacidad enorme para informarse, expresarse, pero sobre todo para cooperar unos con otros. Esa cooperación los hace tan diferentes a otras generaciones donde los importante era competir, ganar, ser el mejor. Son líquidos, son auténticos, pero sobre todo, se saben parte de una colectividad y asumen su conectividad mientras nos confunden al parecer aislados en su equipo de cómputo o celular.

Sin duda, el terremoto cimbró las conciencias de muchos y de entre los escombros, además de vida y muerte, se encontró esperanza, al igual que en los miles de centros de acopio que fueron organizados por la sociedad civil. Si bien, también se presentó el turismo humanitario, la ayuda estorbosa, la fama efímera que evidenció el Instagram o la vanidad de los selfies, lo que primero predomino fue unidad ante el dolor, inmediatamente después acción ante la emergencia, luego solidaridad ante la adversidad y finalmente, esperanza ante la capacidad de una sociedad de saberse a sí misma, generosa, bondadosa y sobre todo, poderosa.

Al grado que los partidos políticos tuvieron que renunciar a su financiamiento público por la presión social que les exigía un gasto responsable ante la contingencia. Al grado que los medios de comunicación se vieron obligados a ser muy cuidadosos para evitar que la noticia de las noticia, terminaran siendo la nota principal como en el caso de Frida Sofía, o que la clase política se tuviera que presentar sensible o eficaz, buscando rápidamente la responsabilidad en otros. Las replicas sociales y políticas se dejaron sentir.

El epicentro de la reflexión se localizó ahí en las redes sociales, donde una buena idea puede hacerse viral  y cambiarlo todo. Los líderes honestos, carismáticos y visionarios que esperamos durante tanto tiempo, no llegaron y ya no son indispensables. Con el terremoto, ante la emergencia nacional, a falta de liderazgos sobraron las ideas. A falta de gobierno, la sociedad se hizo presente.

Hoy estamos en una etapa que Aguilar Camín describió con precisión en su columna publicada en  el periódico El País, en la que señalaba “La emergencia ha pasado, entramos de lleno a la crisis de la reconstrucción, cuya lógica severa es que la gente necesita soluciones rápidas a problemas que no pueden resolverse sino lentamente”.

Las crisis son terrenos fértiles para el renacimiento o el cambio, ya que si no se presenta éste, se corre el riesgo de que se agudicen hasta llegar al estallido social. La indignación que se amplifica con la tragedia es un combustible muy inflamable. ¿Qué pasará en nuestro país?; ¿Las muestras de solidaridad se volverán costumbre generalizada?; Con el tiempo ¿Volverá a ganar la indiferencia? o ¿La apuesta de una clase política por los actos de ilusionismo?; ¿La reconstrucción también llegará a los cimientos de nuestros usos y costumbres políticas?; ¿Los millennials irrumpirán en el servicio público y lo dignificarán? o ¿preferirán la fama efímera de las redes sociales?; ¿Encontrarán en la reconstrucción de México, la causa que los logre movilizar para cambiar al  sistema político grande, lento e incapaz en que nacieron?

La reconstrucción por el desastre natural requiere transparencia y contraloría social ante la desconfianza ciudadana al gobierno y sus instituciones. Los partidos políticos y el gobierno ante el escrutinio público tendrán que mostrarse austeros para parecer que no abusan del dinero público.

El gobierno también deberá ser muy estoico ante la tentación de las constructoras y autoridades corruptas, ya que en él contexto actual, cualquier acto ilegal será magnificado al grado de propiciar sacrificios políticos como ofrenda al pueblo molesto como con el socavón, pero ahora exigente, como con el financiamiento de los partidos políticos.

Ni utopías, ni molinos de viento, la reconstrucción nacional requiere un cambio más profundo, requiere por una parte, uno en cada ciudadano, que permita que se confié en las instituciones y esto a su vez, contribuya para que todos cumplan con sus  derechos y obligaciones. A pesar de que somos la economía 15 del mundo (en dólares corrientes) pagamos impuestos como si fuéramos la 130.

Asimismo, para confiar en las instituciones es condición indispensable eliminar la impunidad y que se evite la corrupción con total decisión y voluntad política. En el recién publicado Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial para el 2017 – 2018 nos ubican en el lugar 51 de 137 países, pero en lo que se refiere al índice de corrupción e inseguridad, estamos en el 134.

Con un Estado de Derecho sólido lo que sigue es crecer y ello implica, entre muchas cosas, desarrollar nuestro capital humano. Nos hemos orientado a las políticas sociales, a la distribución de ingreso, pero no hemos sentado las bases para un crecimiento futuro. Me refiero a mejorar la calidad en la educación, a la inversión en Investigación y a patentar la innovación.

En ese sentido, en la actual propuesta presupuestaria en lo que se refiere al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) se contempla un recorte y el recurso apenas es ligeramente superior al destinado en 2012. Ojalá este asunto lo tomaran los millennials como una causa y lograran convencer a los legisladores federales de las bondades de invertir en la ciencia. Esto antes del 5 de noviembre que es la fecha límite para que se apruebe la Ley de Egresos.

Las reconstrucciones anteriores implican retos complejos cuya solución requiere de equipos multidisciplinarios. También requieren de la ciencia práctica, de aquella que trasciende al papel y es utilizada para solucionar problemas que afectan a la sociedad.

Reconstruir México, quizás, requiere muchas tragedias más para que tomemos conciencia y cambiemos, o bien, que nuestros millennials encuentren en la reconstrucción de éste país, una motivación generacional que les permita organizarse y organizarnos para desarrollar un movimiento de muchas batallas en contra de la corrupción y en favor del desarrollo de nuestro capital humano.  En fin, que nos den una buena sacudida como lo saben hacer y nos ayuden a ver las estrellas a pesar de los lamentos ante el tiempo perdido.

Placeres culposos:

Para escuchar, buen Jazz con Kamasi Washington y su disco Harmony of Difference y buen rock con Pearl Jam y su directo, Let´s Play Two. Además ya viene lo nuevo de Robert Plant, St. Vincent y Beck. Para leer, ya llegó Dan Brown con Orígenes y Javier Marías con Berta Isla. Para escuchar y ver, inicia la postemporada del béisbol de las grandes ligas. Si prefieres el cine, es el mes de estreno de Blade Runer 2049. Si prefieres no salir de casa, regresan series como Stranger Things, How to Get Away with Murder y Walking Dead ¿Qué más quieres?

Nació en Tampico, Tamaulipas en 1979.  Es licenciado en Ciencia Política y Administración Pública por la UDEM, cuenta con maestrías en Política y Gobierno por el Colegio de Tamaulipas y Administración Pública por el INAP – IOUG. Actualmente estudia la maestría en Comunicación política y Gobernanza y es doctorando en Ciencias Sociales. Ha sido funcionario y profesor, comprometido con la buena política y la naturaleza, hombre de familia, melómano y lector.